Como
extraño aquellos personajes que existían en el barrio cuando era niño;
personajes que con el tiempo se han ido extinguiendo y que eran el alma del
mismo y; que sin ellos, el barrio no hubiera tenido alma, no hubiera sido.
Mi
casa quedaba frente a un parque, el pobre parque tenía una docena de árboles y
la misma cantidad de bancas de cemento. En la tierra en la que estaban
plantados, no existía ni una sola hoja de pasto y mucho menos flores, porque
cada vez que les ponían, los “palomillas”lo destrozaban para poder jugar a las
bolas, al trompo, etc. – dependiendo la
época del año.
Volviendo
a los personaje, pasaré a describir solamente a los más notables porque si no sería
muy extenso.
En
la esquina de mi casa quedaba en bar de la señora Dora. Ella había nacido para aquel
negocio y punto. Tenía una cantina con aserrín en el suelo y una rockola en
donde los borrachos ponían a todo volumen los discos de ese entonces; tales
como, la Sonora Matancera, Nat King Cole, Paul Anka, etc. Dicho bar, atendía hasta
altas horas de la madrugada, era punto de reunión de todos los “bravos” de esa época
y, de vez en cuando, se armaban unas “mechaderas” terribles. Ahora me pregunto,
¿cómo los vecinos de las casa colindantes podían soportar ese escándalo hasta
esas horas y todos los días? ¿Cómo podían dormir tranquilos y no se quejaban?
Todas
las tardes, la señora Dora, sacaba a la puerta una carretilla con “pancitas”, “anticuchos”,
“choncholíes” y todas esas cosas, preparadas
muy ricas, mejor que en el Long Horn.
Aquel negocio era conocido como “La Fonda de la Dora”….y punto.
Al
extremo sur del parque estaba la “pulpería del chino”, una tienda antigua que,
en la noche era iluminada por un mortecino foco, pero tenía de todo, helados,
chocolates, peines, agujas para primus, repuestos para lapiceros, chancaquitas
de a real y los infaltables chancaies, los vendía enteros y también salía la
mitad y; por supuesto, no faltaba un gato en el mostrador. En año nuevo, el chino
no escatimaba en reventar cajas de cohetones en el parque con un ruido
ensordecedor, tanto que los borrachines que estaban durmiendo la “mona” en las
bancas de cemento, los hacía saltar hasta el suelo
A
la tienda simplemente se le llamaba “El Chino de la Esquina”. …..Ahora hay E.
Wong
En
la acera del frente, la cuadra empezaba con el Cafetín del japonés Tanaka,
típico cafetín japonés, vendía pan con chicharrón bien rico, entre otras cosas.
Una noche, empezó a incendiarse el
cafetín y comenzaron los gritos de los japoneses, parecía que les había caído
otra bomba atómica. La causa del siniestro, se le volteó el primus y empezó un
incendio de los “mil diablos”; al dueño del negocio colindante –una imprenta –,
le dio un ataque de nervios al ver que su negocio podría ser consumido por el
fuego; entonces, se le abalanzó encima al japonés y se armó una “broncaza” a
punta de patadas y puñetes. Ambos se revolcaban en la pista en medio del
incendio, los palomillas “metían más candela” que la del incendio para que siga
la bronca, pero la misma se detuvo cuando llegaron las cinco compañías de
bomberos a apagar el fuego y un “tombo metiche” los separó.
Hoy en día, ya no se
ven fácilmente esos personajes, los personajes son los “marcas” los
“raqueteros”. Cualquiera, empujado por la necesidad, pone un pequeño negocio que ni lo sabe llevar,
una bodega en la ventana, un restaurante sin saber cocinar etc, etc. Los
personajes han desaparecido, la sociedad está desordenada…hay que poner orden
por favor.!!!!
Hola tío, te felicito por tu Blog, en realidad veo que le pones mucho entusiasmo y cariño a tus relatos. Espero que no dejes de hacerlo, no solo porque son divertidos y una buena fuente de datos históricos, sino también por que recojes y guardas mucho de la historia de nuestra familia.
ResponderEliminarLucho Moreno.
Hola Compadre, excelentes comentarios y narraciones de lo más exquisitas, sobretodo con lujo de detalles, que nos hace soñar a todos lo que no conocimos y los que sí aquellos lugares y tiempos de la Lima que se fue. Ojalá haya más personas amantes de la literatura que tengan un bagaje cultural y principalmente que posean una memoria fresca para que nos haga delirar con sus cuentos y anécdotas personales.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo y muchos éxitos.
Roger Grande Martínez